Robert Smith siempre
diseminó a su alrededor la idea de que hay algo fuera de lugar. En la música,
en la estética, en su poética y en él mismo. Un sonido corrido de su tiempo y
un lápiz de labios también.
En torno a esa gracia y ese
talento, el compositor, cantante, guitarrista y mánager de The Cure desde hace
35 años ha construido una obra y un personaje de peso en la música británica y
en el mundo, desde fines de los 70.
De buen humor, abierto y
siempre acompañado por la sombra de su leyenda, este señorito inglés atendió a
la prensa argentina poco antes de coronar su regreso con un concierto en River
y dentro de su gira por América Latina, que incluyo el concierto en el
parque Simón Bolívar, en Bogotá.
¿No
se ha cansado de ser su propio mánager?
Nunca tuvimos mánager. Para
mí es lo más natural y fácil, porque soy el que elige qué hacer y qué no. Me
resulta mejor así que dejar que lo haga un tercero. Esta gira por Latinoamérica
fue un poco más dura en ese aspecto, porque tuvimos que elegir las bandas
teloneras locales y hubo muchos detalles que atender. Antes teníamos un sello
grande detrás.
El verano pasado hicimos 90
conciertos en Europa y no teníamos ningún álbum para vender, solo ser The Cure
y tocar y eso es una experiencia liberadora. Tenemos todo lo que queremos. Y
nos gusta que sea de esa manera.
¿Sabía
que Disney musicalizó una serie adolescente con ‘Boys Don’t Cry’?
The Cure y Disney no es la
más obvia combinación. Pero Tim Burton hizo un filme para Disney. Eso significa
que Disney cambió y no The Cure.
Esa
canción la escribió muy joven, ¿aún se conecta con su adolescencia al cantarla?
En esta gira hacemos 40
canciones, escritas entre 1978 y 2008, y lo que intento con cada una es volver
al momento en que las escribí o que las canté por primera vez. No es sencillo,
porque en el caso de Boys Don’t Cry es un momento de tres minutos, pero al
mismo tiempo sigo siendo el mismo. A veces logro meterme en el tema y he
llorado en el escenario, lo que es extraño. El otro día, en Sao Paulo, cantando
If Only Tonight We Could Sleep, de Kiss Me (1987), empecé a llorar. Estaba
sorprendido. A veces es como que desaparezco del escenario. Es difícil de
explicar, pero cuando pasa termino exhausto. Es como revivir 35 años de tu
vida.
¿Recuerda
su adolescencia con tristeza?
No, para nada. Esos años
probablemente hayan sido los mejores de mi vida, todo era por primera vez,
nuevas experiencias todo el tiempo, una tras otra, y cada una con energía
positiva. Tengo mejor recuerdo de esa época que de mis 30 o 40.
¿Cómo
afectó a ese ado- lescente el ‘punk’?
De la misma manera que a
cualquiera de mi edad. Fue algo muy disfrutable, un gran movimiento. Todos las
semanas había conciertos fantásticos de Sex Pistols, The Clash, Buzzcocks, The
Stranglers. De repente todo parecía estar cambiando en la música, que era muy
pomposa, y uno podía pensar que la música disco no iba a existir más y el pop
iba a cambiar para siempre. Pero nada de eso sucedió (...) Lo que pasó con el
punk es que se convirtió, como todo movimiento, en un producto estándar. Todos
comenzaron a hacer lo mismo y al final era una basura. Pero lo interesante es
cómo el punk todavía esta ahí, en llamas, encendido. Aún me siento punk. Odio
la pomposidad, las marcas, las publicidades. The Cure tiene una ética punk,
todo lo hacemos nosotros, eso es la esencia del punk.
¿Por
qué los sueños han sido una obsesión en su obra?
Es muy difícil darme cuenta
de quién soy. Y muchas veces los sueños me han ayudado con eso. Una parte de mí
piensa que los sueños son una continuidad de mi ser y otra que no tienen nada
de conexión. Creo que los sueños son algo por lo que estoy bendecido, pero de
una manera maldita. Siempre tuve sueños y cuando era joven solía llenar
cuadernos describiéndolos. Pero paré porque empecé a sentir que me volvía loco
y solía mezclar lo que había soñado con lo vivido. Todavía tengo sueños muy
vívidos. De hecho, cuando deje Suramérica voy a despertar de uno.
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